Más Historias sobre el aceite de oliva Parte II

Continuando con más historias sobre el aceite de oliva que nos aportarán nuevos conocimientos sobre este manjar.

El olivo en Italia: Se da por sentado que fueron los griegos los responsables de la introducción del olivo en Italia. Desde el siglo VI a. C. su cultivo se extiende por toda la cuenca mediterránea, desde Trípoli y Túnez hasta Sicilia, y de ahí a la Italia meridional, donde muy probablemente llegó en tiempos de Lucio Tarquino Prisco, rey de Roma. Sin embargo hay historiadores que defienden que llegó a Roma tres siglos antes, cuando aún no se había producido la caída de Troya.

Una rama de olivo para vencer al cíclope: En la Odisea, el viaje de regreso de Ulises a Grecia tras la toma de Troya, se narra que el mítico rey de Ítaca y sus compañeros utilizaron una rama de olivo para cegar al cíclope. Además, en algunos de los muchos episodios que vivió Ulises también se usaba para desenredar el hilo. De hecho, se cuenta que para su cama nupcial, Ulises “cortó un enorme olivo de vasta hojarasca y construyó alrededor una habitación”.

Tributos de aceite: Con la expansión del Imperio romano, a lo largo del siglo III, creció el comercio de aceite de oliva, sobre todo en rutas que iban a Oriente Próximo y a Túnez. Ya en siglo I, el sur de la península Ibérica, el norte de África y la Francia meridional eran las zonas donde más arraigado estaba el cultivo del olivo. Si bien los olivos italianos producían, la península itálica importaba de Hispania, a modo de impuestos, gran parte de lo que consumía. Como llegaba tanto aceite de la península ibérica decayó la producción en Italia, y Roma se vio obligada a incentivar a los productores de aceite eximiéndolos de pagar tributos.

El aceite de oliva, un lujo patricio: Entre los romanos, el aceite de oliva era un lujo a que los patricios (clase privilegiada) atribuían el secreto de la belleza y que empleaban para el cuidado del cutis y el pelo. Por esta razón, el mejor aceite se cotizaba en el mercado negro. A la plebe llegaba sólo el obtenido de los peores frutos. En esta época los límites de los terrenos se marcaban con olivos.

Monedas de Adriano: Fueron también los romanos lo9s que llenaron el sur de España de olivos. De hecho, el emperador Adriano (76-138) acuñó monedas con un ramo de este árbol. En el yacimiento neolítico de El Garcel se han hallado restos de huesos de oliva.

El Mediterráneo empieza y termina con el olivo: Cuando los romanos conquistaban un pueblo, plantaban un olivo a modo de amuleto pacificador. Pusieron mucho empeño en el cultivo de este árbol en la provincia Bética, una de las regiones en que dividieron lo que hoy es España, que debe su nombre al río Betis (Guadalquivir). En esa provincia se incluían las actuales Córdoba, Sevilla y Cádiz. Las aceitunas y los aceites que se producían en estas tierras lograron alcanzar la fama en el mundo romano por su excelente calidad, de ahí que se popularizara la frase de que el Mediterráneo empieza y termina con el olivo.

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