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Para realizar la plantación de forma correcta hay que cumplir una serie de requisitos. Es imprescindible plantar en suelos secos si se hace a finales del invierno, mientas que en los húmedos es conveniente esperar a la primavera. Los árboles deben guardar entre sí una distancia de 10 metros como mínimo. Es muy recomendable arar el terreno todos los años y abonar con estiércol y fosfatos durante la fase de maduración del fruto, es decir, en los meses de septiembre u octubre.

La poda de renovación tiene la función de estimular los nuevos brotes para fortalecer los arboles más  viejos, ya que el rasgo fundamental del olivo es la longevidad. Existe un método para que los árboles seniles rejuvenezcan: consiste en tallar el tronco a poca altura o en el punto de ramificación, solución también útil para los olivos de producción escasa.

La poda de estos árboles se puede realizar después de la cosecha. Generalmente, la temporada ideal será desde el otoño hasta el comienzo de la primavera. En las zonas con un elevado riesgo de heladas, conviene retrasar esta poda hasta avanzada la primavera.

Las hojas del olivo están dotadas en el envés de una capa que las protege y al mismo tiempo disminuye su pérdida de agua en climas cálidos y secos. El agua en un elemento crítico en el cultivo del olivo y la producción se incrementa notablemente si la aportación de la misma se da en cantidades apropiadas.

Cuanto mayor sean las cosechas, más necesidad habrá de aumentar la cantidad de agua, pero se ha de tener la precaución de no retener un exceso de humedad en los suelos.

Por los tanto, el riego es básico y primordial, especialmente cuando la pluviosidad es baja en primavera y otoño, dejando como resultado una tierra sin humedad, y cuando la capacidad para retener el agua es escasa, como en terrenos arenosos o compuestos por gravilla.

Existen períodos en el proceso de cultivo del olivo en los que la falta de agua puede tener consecuencias negativas. Por ejemplo, cuando se está desarrollando el fruto, puede producirse una pobre formación del mismo, además del incremento del fenómeno de la vacería, que consiste en que a un año de abundante cosecha le sigue otro en el que la cosecha es reducida.

El riego es imprescindible para que el fruto rugoso pueda recuperar su carnosidad. Por ello, es especialmente recomendable regar la variedad de la aceituna de mesa, sobre todo en la fase final del desarrollo del fruto.

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